Educación afectivo-sexual en la escuela
Transcribo aquí las normas para la educación de la sexualidad dictadas por la Unión Europea que, consecuentemente, también se aplican en nuestro país en las distintas autonomías. Ejemplo de ello es el programa Escolae aplicado en la Comunidad Autónoma de Navarra.
La educación sexual, inclusiva y diversa, en concordancia con la OMS, actúa sobre la premisa antropológica de que “los seres humanos tienen la necesidad de mantener relaciones sexuales desde el nacimiento y esto es un derecho”. Por tanto, los adultos deberían estimular, supuestamente, esta necesidad desde el principio. Se trata de hablar con el niño en cada nivel de edad acerca de los actos sexuales y darles la oportunidad de vivir sus necesidades sexuales libres de los “estereotipos de género” de ser hombre o mujer.
El siguiente esquema presenta la educación sexual según edade dictadas en Europa:
0-4 años: el niño tiene “derecho a explorar la desnudez y el cuerpo y las identidades de género”. “El niño debe aprender a diferenciar entre secretos “buenos” y “malos” y a aprender que su cuerpo le pertenece”.
4-6 años: el niño aprende el nombre de cada parte del cuerpo, y los cuidadores deben lavar cada parte del cuerpo y “hablar de cuestiones sexuales en lenguaje sexual”. Al niño se le debe “dar información” sobre “el goce y el placer al tocar el propio cuerpo en la masturbación infantil temprana”, “la amistad y el amor hacia personas del mismo sexo”, “el amor secreto y el primer amor”, y una “conciencia de derechos”.
6-9 años: el niño debe ser informado acerca de la “menstruación y la eyaculación”, “opciones sobre el embarazo, diferentes métodos de anticoncepción, el sexo en los medios de comunicación, incluida la Internet, el disfrute y el placer de tocar el propio cuerpo (masturbación/autoestimulación), diferencia entre amistad, amor y lujuria, la amistad y el amor hacia personas del mismo sexo, las enfermedades relacionadas con la sexualidad”. Deben “examinar su cuerpo, utilizar lenguaje sexual y aceptar la diversidad”.
9 a 12 años: la primera experiencia sexual, la variabilidad del comportamiento sexual, anticonceptivos y su utilización, el placer, la masturbación, el orgasmo, así como diferencias entre identidad de género y sexo biológico, aprender la ETS y el VIH y derechos sexuales. El niño va a adquirir habilidades en medios de comunicación utilizando Internet y los teléfonos móviles, y a tratar con la pornografía. El niño debe hablar de sexo y tomar decisiones conscientes para tener o no experiencias sexuales.
12 a 15 años: el niño aprende la habilidad de obtener y usar condones; y obtiene habilidades de comunicación para tener sexo seguro y placentero, y para lidiar con el pudor, el temor, los celos y las decepciones. El niño aprende más competencias en medios de comunicación y trata con la pornografía.
15 en adelante: un tiempo para aprender acerca de la mutilación genital, la circuncisión, la anorexia, la bulimia, el himen y el himen reparado, el embarazo entre personas del mismo sexo, los servicios de anticoncepción, los bebés de diseño, el sexo transaccional [un eufemismo para la prostitución] y adquirir una visión crítica de las diferentes normas religiosas y culturales relacionadas con el embarazo y la paternidad.
A muchos padres se les hace llegar la bondad de que deben hablar a sus hijos y apoyar la actividad sexual de sus hijos; sin embargo, en realidad es en la escuela donde se les enseña acerca de la anticoncepción, el aborto, el amor y el embarazo, las relaciones con personas del mismo sexo, etc.
El problema es que, mientras en casa se intenta encontrar el momento y las palabras adecuadas, los padres sienten que la escuela ya ha tomado la delantera con un temario completo: anticoncepción, aborto, diversidad afectiva, embarazo... y es ahí, justo ahí, donde a muchos les saltan las alarmas.
Y la preocupación, en el fondo, no es que se hable de sexo. La pregunta es cómo se habla de ello y desde qué valores, que a veces pueden chocar de frente con los que intentan transmitir los padres.
Que el contenido venga de guías de organismos influyentes, como la OMS, y que su objetivo sea proteger a los jóvenes; lo cierto es que se presentan como un estándar para el bienestar de todos, pero la realidad es que estas directrices internacionales aterrizan en el colegio de nuestros hijos y a veces es inevitable preguntarse si de verdad encajan con cada niño, con cada familia.
¿Son realmente una solución universal? ¿Sabemos realmente qué les están contando a nuestros hijos en esa asignatura o en esas charlas? ¿Hemos preguntado por los materiales que usan, por las actividades que hacen? Y si algo no nos convence, ¿qué podemos hacer? ¿Sentimos que tenemos las puertas del colegio abiertas para hablar de esto con confianza?
Al final, la educación de nuestros hijos es cosa de dos: primariamente de la familia y, subsidiariamente, de la escuela. Pero nadie quiere que el Estado imponga una única manera de ver el mundo o de sentir. Educar en principios y valores a nuestros hijos es nuestra obligación y, para eso, el primer paso, el más importante, es preguntar e informarse.
¿Qué director de escuela, maestro, padre o madre puede resistir esta presión autoritaria internacional?
Cuando una organización responsable de la salud del mundo, como la OMS, junto con una institución del gobierno alemán, son quienes establecen las “Normas para la educación sexual” y quienes propagan la idea dicen que estas normas derivan de la objetividad científica, muchos concluyen que esto sirve para el bienestar de la población mundial, ¿o no?
¿Cómo es posible que toda una generación haya caído en las manos de una revolución cultural que parece empecinada en cambiar la dirección de las generaciones futuras en masas amorfas y desarraigadas de consumidores adictos al sexo?
No podemos pensar que las políticas que vienen de Europa no nos afectan: los puntos señalados se desarrollan en España a través de la asignatura “Educación para la ciudadanía”, obligatoria en todos los centros escolares, en la que está incluida la educación afectivo-sexual integral. Pero si unos padres no están de acuerdo con estos contenidos, ¿qué pueden hacer? ¿Qué están dispuestos a hacer? El Estado no puede imponer ideologías, cambiar conciencias, etc.