Tecno-humanismo

Para el historiador Yuval Noah Harari, y para muchos en el mundo de la tecnología, el ser humano es una criatura llena de fallos, un animalito imperfecto que puede y debe ser mejorado. Físicamente, intelectualmente y hasta moralmente.

La idea es que hemos llegado a un punto de inflexión. Harari lo llama Homo Deus. Piensa que con las herramientas que tenemos hoy —inteligencia artificial, biotecnología, robótica— podemos dejar de ser simples Homo sapiens para convertirnos en los nuevos configuradores de la vida misma. Seríamos como dioses, creandonos a voluntad. Pero claro, para llegar a ese nivel, nos dice que habría que soltar lastre. Tendríamos que renunciar a muchas cosas que consideramos "humanas", a nuestros valores de siempre, y abrazar una nueva fe: la tecnología. Un tecno-humanismo que reescribiría por completo las reglas del juego.

Y es que la promesa de ser dioses esconde una trampa gigantesca, y es que no todos estarán invitados a la fiesta.

Aquí es donde las ideas de otro pensador, Miklos Lukacs, te golpean como un ladrillo. Él nos advierte que esta supuesta "mejora" esconde una amenaza terrible. Solo unos pocos, una élite multimillonaria, podrán pagarse el billete a la divinidad tecnológica. El resto... bueno, el resto nos arriesgamos a convertirnos en una nueva clase marginada, irrelevante en un orden digital que ya no nos necesita. El humanismo se cae a pedazos, y lo que queda son esos "neo-entes" de los que habla Lukacs, sistemas y personas tan optimizados que han sido vaciados de cualquier fondo moral o espiritual.

Harari con una lógica implacable, te dice lo que él cree que viene después. Casi parece una profecía:

  • Una nueva religión: el "dataísmo". Olvídate de Dios o de la dignidad humana. El nuevo credo es la adoración del dato. El universo es un flujo de datos y el ser humano no es más que un algoritmo bioquímico que contribuye a ese flujo.

  • Una nueva Matrix: el "internet de todas las cosas". Una red que no solo conectará tu móvil y tu nevera, sino tu propio cuerpo, tu cerebro. Un sistema de control total donde nuestra experiencia del mundo podría ser gestionada desde fuera.

Al final, tanto si lo miras desde el optimismo tecnológico de Harari como desde la oscura advertencia de Lukacs, la conclusión es la misma. Este camino podría significar la muerte del ser humano que hemos conocido. La aparición de algo nuevo, artificial y quizás vacío de todo lo que nos importaba. La pregunta es si, en nuestro apuro por dejar de ser humanos, nos olvidaremos de por qué queríamos ser mejores.

 

Anterior
Anterior

El progreso humano: de Grecia a la Ilustración

Siguiente
Siguiente

J. Gray: “Perros de Paja”